En un mundo en constante evolución, los sistemas políticos enfrentan la presión de adaptarse a nuevas realidades sociales, económicas y tecnológicas. Este proceso de transformación plantea preguntas cruciales sobre la gobernanza, la representación y el futuro de las democracias en el siglo XXI.
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Un fenómeno destacado es el creciente protagonismo de las nuevas generaciones en los procesos políticos. Los jóvenes, impulsados por una preocupación por temas como el cambio climático, la igualdad social y los derechos humanos, están asumiendo roles activos en movimientos de base y campañas electorales. Su participación no solo enriquece el debate público, sino que también desafía las estructuras tradicionales del poder.
Por otro lado, la globalización sigue influyendo en las políticas nacionales, creando un delicado equilibrio entre la integración económica y la soberanía estatal. Los gobiernos deben encontrar formas de colaborar internacionalmente sin descuidar las necesidades locales. Esto incluye abordar temas complejos como las migraciones, el comercio justo y la justicia climática.
